Hemos perdido la luz, y tenemos que volver a recuperarla
porque está en nosotros, por siempre. Más que eso, hemos sustituido al alma por el ego, el cual pretende ahora ser
nuestro creador, nuestro consolador y nuestra fuerza. Pero no lo es, sino que
es tan sólo un usurpador que con su estrategia inteligente ha conseguido
apoderarse de nuestra voluntad, y la ha separado de nuestro Espíritu, al que ha
tapado con su manto de miedo.
Utiliza la muerte, la enfermedad y el cuerpo con este fin, y
con ello se ha apoderado también de nuestra vida y de nuestra función en ella.
El ego ha recubierto nuestra innata luz espiritual con sus vibraciones densas y
oscuras y la ha cambiado por una gran zona de sombra e ignorancia.
El ego es,
por tanto, un ancla terrenal que nos sumergió en el mundo, nos hizo olvidar lo
que somos, y ahora nos impide volver también al sitio al que pertenecemos. Nos
ha borrado los mapas y nos ha separado a unos de otros, pero especialmente nos
ha separado de nosotros mismos y del alma, todo para su conveniencia.
Estamos
perdidos en el mundo del ego, pero ya va siendo hora de salir de él, de
trascenderlo y retornar a nuestro origen, al hogar que es el Cielo. Para ello,
antes debemos conocerlo bien, para darnos cuenta de que el ego no es nada. Así
nos liberaremos de él, lo cual es nuestro trabajo aquí.
Por Carlos
de Vilanova
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