Estas almas son transmisoras del fluido de la transformación. Son capaces
de transformar la envoltura física, de trasmutar los órganos internos y sus
cristalizaciones o las plantas para extraer sus propiedades, siempre al
servicio del fluido de la sanación.
Como su familia de origen es la de los guerreros, es normal que incorporen este fluido y hagan uso de él para transformar y transmutar la energía del planeta. Las almas de esta familia son numerosas y pueden reconocerse y conversar telepáticamente entre si.
Necesitan enraizarse en lugares precisos para activar desde ahí, la
sanación en el planeta Tierra. Si supieran utilizar plenamente la identidad de
su alma, prescindiendo de todo juicio, podrían desplazarse a través del tiempo
y el espacio. Disponen de esta facultad de transformación y de transmutación en
la densidad para servir al fluido de sanación y al chamanismo.
Una de las dificultades con las que topan durante su encarnación es que corren
el riesgo de olvidar que arde en ellos el fuego de la transmutación, de olvidar
quienes son pasando por alto el fluido de sanación que las caracteriza, su
naturaleza guerrera y su capacidad de transformación. Estas almas se valen de
rituales y símbolos sin saberlo siquiera. Es urgente que sean conscientes de
las señales que pueblan su camino y que muestren más respeto por los elementos
que les rodean: el agua, la tierra, el fuego, el cielo, el aire, las nubes,
etc...
El chaman debe trabajar con ayuda de su envoltura física. Le es muy útil en
su encarnación terrestre. Negarlo provocaría fugas de energía vital: caída del
cabello, uñas y dientes, problemas de piel. Estas almas transmiten sin cesar el
fluido de la sanación, están en transformación constante y su cuerpo les sirve
de canal, de herramienta.
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